Aturdirse, turbarse, perder el aplomo. (Durante el mandato de cierto legendario Ayuntamiento de la Ciudad (V) -Las Palmas-, y como se establecieran las intervenciones populares en los debates, un personaje no menos legendario que el Municipio -Pérez, tipo de pregonado perfil en la inefable Vegueta (barrio fundacional de la antigua capital, el Real de Las Palmas), de nuestra mocedad- se alzó en una ocasión como tribuno de la plebe durante una sesión sonada. Pérez galleó, resuelto, 'unos segundos, pero las consabidas descargas de adrenalina -vulgo cerote- lo atarugaron. En plena crisis del atragantado ciudadano, alguien gritó desde más atrás con aparente intención de disimulo, pero con el más cierto acento de guapido (V): "jNo te abates, Pérez!" El grito se consagró y quedó entre las más populares EXPRESIONES isleñas, con aplicaciones varias).

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