Ceñir, rodear con los brazos a alguien o a alguna cosa. // Figuradamente se emplea para definir la penosa opresión que puede causar el terror. (En los pinares de Tunte, hacia la parte centro-sur de la isla de Gran Canaria, hay un lugar llamado Pilancones, y en él un pino legendario: el Pino de Pilancones. La copa está en puertas del cielo y el tronco es ancho como una alameda. La gente de aquellos altos dice gravemente: "Al pino de Pilancones no lo abracan veinte hombres cogidos de la mano". // Abracar es una evidente metátesis del castellano "abarcar". Podría pensarse que la alteración potencia el término, infundiéndole rotundidad, con lo que sirve mejor la intención exaltadora que tiene en el caso del árbol gigante y en otros, cuando el pueblo gusta, por ejemplo, de corroborar supersticiosamente la fuerza de unos brazos excepcionales midiéndose con un animal de la TALLA de un toro o con un hombre de pelo en pecho. Cuando Justo Mesa, famoso campeón de lucha canaria (V), abracaba a un rival de su medida, hasta el aire se quedaba suspenso).

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