Jasniar). Hablar con cierto jadeo fañoso, gangueando monótonamente. (Hay en este dejo cierta semejanza con los estertores del rebuzno, con sus siminuentes modulaciones finales. El autor recuerda que en su mocedad recaló por Las Palmas una compañía de alta comedia. La encabezaba una por entonces primera actriz del teatro español que todavía alienta, aunque por fortuna esporádicamente y en papelitos breves y venerables. Un día se lanzó con La dama de las camelias. En su proscenio de siempre -el bajo de la derecha, junto a la boca de la escena- una de las parejas de más carácter y más color que ha dado la ciudad desde el Real a la fecha: don José Bethencourt y doña Teresa Peñate. Hay que advertir que el estupendo matrimonio iba frecuentemente a París y en su primera salida, don José caminaba para el cementerio donde es fama reposan los restos de la cortesana que inspiró Margarita Gautier; el "dandy" canario llevaba un ramillete de camelias y lo dejaba sobre la tumba... Con este antecedente, más el culto de aquella memoria, sostenido con refinada pasión a través de cuantas interpretaciones del personaje se hicieron en la Europa de entonces, imagine el lector a qué extremos llegaría la devoción de don José por aquella alegre, romántica y tísica ninfa. La "Margarita" de la ocasión fue una de las cosas más tristes que jamás se vieran. La intérprete tenía TINETE y encima era fañosa... Al día siguiente, don José Bethencourt hervía, hinchado su cuello poderoso, temblando hasta la mismísima chalina. "Cuándo -decía airado, con aspaviento del mejor signo napolitano-, cuándo se ha visto "haser" una Margarita Gautier jasniando?" Y remataba el sarcasmo imitando venenosamente las cadencias finales del rebuzno...).
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