Oquedad profunda y de forma circular, que queda abierta en la tierra como huella de una actividad volcánica, concretamente manifestada por explosión o por hundimiento, conmociones ambas que provocan esta característica del relleve. (La voz no figura en la edición de 1939 del Diccionario de la Academia. El señor Casares la incluye en su Ideológico -1942- con la acepción de "cráter de un volcán". En un estudio sobre Las "calderas" de Gran Canaria (1959), el ingeniero don Federico Macau Vilar dice: "La palabra "caldera", aplicada para designar determinadas formas del relieve volcánico, ha sido, quizá, como se desprende de los escritos de Hans Reck, uno de los términos que más vicisitudes ha sufrido en su empleo y significación, y fue en las Islas Canarias donde se usó por primera vez para denotar ciertas depresiones naturales del terreno muy abundantes en cualquiera de las islas del Archipiélago, si bien primitivamente se aplicó a dichos accidentes topográficos con independencia de la forma y del tamaño que tuvieran, y desde luego sin parar mientes en la diversidad de las causas que pudieron haberlos originado." Más adelante añade: "De este argot canario tomó hace YA más de un siglo la palabra Caldera el geólogo alemán von Buch, incorporándola por primera vez al vocabulario geológico científico y empleándola sin traducir. Desde von Buch hasta la fecha ha continuado empleándose siempre directamente en su forma española Caldera en todos los idiomas actuales, tanto en los de origen latino como en los anglosajones". En la Gran Canaria existe una caldera particularmente hermosa: recibe el nombre de Bandama y abre su casi perfecto círculo en el centro de una colina morena, en la que crecen las parras del Monte, un lugar isleño de vinos legendarios, hoy casi perdidos).
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