Ejercer fuerte imperio sobre alguien dominándolo mediante recursos maliciosos o imposiciones. (Es posible que la expresión tenga su origen en el castellano "gamella", que es el arco que se forma en cada extremo del yugo y que encaja en la CABEZA de las bestias. Sujeta allí por las vueltas de recios corniles, la yunta rinde y obedece con una absoluta mansedumbre, aunque sean toros bien armados y poderosos los que acoyunde el labrador. Coger la camella es, pues, alcanzar despótico señorío sobre alguien, teniendo el mando y el palo, como dicen por Castilla. A los hombres que casan con mujer brava dicen los amigos expertos y que bien lo quieren: "Bueno, ¡pero tú no te dejes coger la camella!" El Diccionario de la Academia registra la siguiente locución, que pone luz definitiva sobre la isleña: "Hacer venir, o traer, a uno a la gamella: reducirle por fuerza, o con arte e industria, a lo que repugnaba").
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