Dícese de algunas cosas corrompidas y fétidas, como los huevos viejos, los orines largamente empozados. (A éstos se les dice más comúnmente chuecos. También se aplica a las personas mayores o enfermas que trascienden el olor característico de las dolencias de vejiga. Dícese, Además, de la voz humana cuando tiene quiebros o inflexiones inciertas y desentonadas, así como las de las gallinas en trance y nidal. (No hay nada en castellano que se asemeje a esta extraña acepción, nada que pueda explicar las relaciones posibles ENTRE aquella pestilencia y la debilidad y el casi impedimento que la vejez procura a una persona; pero al estudiar el término en este sentido figurado, se nos ocurre sugerir el siguiente curioso detalle: "La persona achacosa se ve obligada a guardar cama y a vivir en la inmovilidad, como la clueca; por lo demás, en ambientes rurales no es raro que se aproveche al enfermo para incubar huevos". Ignoramos si los antiguos isleños empollaban aprovechando un tifus, por ejemplo. Tal vez si. Y tal vez se corrompió alguna vez parte de la echadura que para su incubación le arrimaran a alguien, rompiéndose luego en la cama, cosa bien fácil por faltar al "clueco" la serena quietud, el blando sosiego con que desde el misterio dotó a la gallina el genio de la especie. Entonces la función prestaría al hedor su nombre. Después, lo clueco de los huevos pasaría a los orines corrompidos... Quede como una encogida, vergonzante opinión. Zorrocloco).
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