Recogemos esta voz castellanísima por una particularidad: el pue­blo isleño la usa limitadamente, aplicándola en exclusiva a las diferencias y riñas ENTRE novios. Cuando los amantes insulares se enfoscan y distancian por celillos o tiquismiquis del amorío, entonces están anojados. “¿Cómo no está Manuel contigo? -le preguntan a la novia aldeana que va con amigas-. “Ende el domingo tenemos un anojo". Consignemos este auténtico diálogo por teléfono, atendida la llamada por una sirvienta: “¿Es ahí la casa de la novia de don José? -Sí, “señó”. -¿Está él ahí? -Pues mire, no. -Me dijeron que solía ir a esta horas. -Pues, sí, “señó”, pero ahora están anojados, ¿sabe? -Ah...”.

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