Se dice de la persona desenfadada, en ocasiones atrevida, a veces descaradilla, con asomos al desgarro. Aplícase especialmente a mujeres, las visto­sas y de mucha sangre o mucho aliento. En castellano hay una voz de fonética y grafía muy semejante: “despachado-da”. Vale por “despachatado”, o sea “descara­do, desvergonzado”. Tal vez sea el mismo término, corrompido en el país canario. O tal vez se operó la corrupción sobre “escaldado”, voz asimismo castellana que figurada y familiarmente se aplica a la “mujer muy ajada, libre y deshonesta en su trato”. “Escaldada” tiene, sin embargo, una acepción diferente en la ínsula. No parece que escachado tenga nada que ver con “escachar”, voz castellana que nos parece sin uso en la Península y donde no se la emplea, muy viva en la Isla, con idéntico sentido: “Aplastar, despachurrar”. En sus años mozos el autor conoció a una señorita isleña muy “repipi”. Cierta noche coincidió con ella en un popular cine: el “Pabellón Recreativo”. La niña estaba con su madre. Pues en un momento tenso de la película, con todo el público callado y expectante, una cucaracha le empezó a trepar pierna arriba. Ella, que tenía una voz “tenorina”, dijo de pronto con alto, nervioso y redicho acento: “¡Mamá, una cuca! ¿La escacho? La expresión, que fue corroborada entonces por una tronante carcajada, hizo SUERTE . Después, siempre que alguien “tenía que ver” con una cucaracha, decía fijamente: “¡Mamá, una cuca. ¿La escacho?”.

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