Nombre que como en el viejo castellano aún se sigue dando, particu­larmente en los pueblos, al inexcusable, honesto y recoleto lugar de alivio, más co­múnmente llamado retrete, y hoy, cargándole la mano al eufemismo con un auxilio extranjero, “water”. La primera acepción castellana de esta voz, que la Academia precisa viene de “excuso” = escondido, reza: “Reservado, preservado o separado del uso común”. En las capitales isleñas grandes, no, pero en los pueblos todos el EXCUSADO -cuando lo había- era un cuartito extraño bien separado del resto de la casa, con un cajón de riga o de tea tirando a caja, en cuya tapa se había practicado dijéramos a sobrepeine, o sea a golpes sin esmero de serrucho, un orificio casi redondo. A espaldas del usuario se abría sobre el campo un ventano sin madera ni cristales, que gracias a la benignidad del clima no tiraba por la espalda las puñaladas traperas que se agazapan entre ciertos aires céfiros. El EXCUSADO isleño represen­taba una manifestación más del vivo pudor que signaba todas las manifestaciones de la vida en Canaria. De lo localizado de este nombre hay un testimonio delicioso en La cucaña, la rosa, memorias del inmenso Camilo José Cela. Dice el honroso escritor gallego: “En Tuy, los señores hablan un castellano plagado de portuguesis­mos o, cuando no, rebosante de eufemismos y aproximaciones. En Tuy, al retreta lo llaman “ EXCUSADO ”; al pus, “materia”. (V. materia). En el país canario se cuenta como local una historieta de cierto juez isleño de origen rural que al practicar un embargo en cierta casa de la ciudad (V.) y al relacionar los enseres de un EXCUSADO al que la influencia británica había convertido en retrete o “water”, dictó al escriba­no, cuando se encaró con el bidé: “Instrumento en forma de guitarra de aplicación desconocida”. También fue famosa una carta de Cuba, en la que un emigrante insular respondía a la pretensión de su esposa refinada por la bienandanza, de que le mandara “perritas” para mejorar su casa montándole “un EXCUSADO como el que tiene la gente de la “siudá” (V. ciudad)”. Contéstele el indiano que “desde los abuelos se habían venido apañando detrás de la tunera (V.) grande que está al canto (V.) allá de la casa y que cambiar era cosa de gente repulida “sinvergüensa” y que se dejara estar”.

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