Es término castellano, figurando en el Diccionario con el mismo valor que en la Isla: arrojar o echar fuera con violencia. Pero el grancanario lo emplea tan comúnmente, a diferencia de la Península, donde no lo hemos oído nunca, que decidimos incluirlo como canarismo. También se emplea en el sentido de malgastar, derrochar la hacienda. Asimismo para señalar el ímpetu violento de alguien por impaciencia o irritación. (Con estas acepciones últimas no figura en el texto de la Academia. "Me tenía tan repleto, con tanta TECLA y tanto abacorar, que olvidándome de que era el amo, arrimé requilorios y le solté los tiempos "Entonses", él me botó a la calle como agua susia." "Se casó con una conejera rica, y en nada y cosa ninguna, sorroballado en patas de gallos y en "sinturas" de mujeres ruines, le botó dinero y tierras". "jNo se bote! ", recomienda el flemático guardia isleño al apasionado automovilista que le discute una multa. Luego, si éste lo castiga, cosa que ha solido ocurrir más de una vez, el municipal explicará en la comisaría: "El pegó, faltón, y yo, manteniéndole la "variada", hasta que de repente, "usté", agarró y se me botó arriba". "iNo se boten!", advierte tranquilito el cobrador de la guagua a los de la "cola", cuando, por prodigio, se movilizan vivamente y quieren entrar todos a una).
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